viernes, 9 de octubre de 2009

LUGARES COMUNES

Algunos expertos dicen que para contar buenas historias hay que evitar los lugares comunes. Una mujer conduce su descapotable por la autopista. Huye de un pueblo perdido. Su rubia cabellera y la pañoleta roja de satín que envuelve su delgado cuello bailan con el viento y van dejando el rastro de su perfume en el aire. Un armadillo camina al lado de la carretera, lento, muy lento. Ella no sabe a dónde va, ni le importa. Quiere alejarse porque está aburrida. No tiene sueños de fama ni de fortuna. Sólo quiere seguir conduciendo hasta estrellarse con una nueva vida, o hasta que se le acabe el combustible. El armadillo observa el auto alejarse hasta que desaparece en el horizonte. Jamás volverá a ver a esa mujer, ni olerá su perfume, ni sentirá la vibración de su descapotable sobre la carretera. No sabe por qué, pero siente que va a extrañarla.

A pesar de todo, sigue habiendo lugares comunes y hay quienes siguen escribiendo sobre ellos. La gente los presiente. Es ese momento de la película en que los protagonistas se miran como si nunca se hubieran visto antes, retrasando ese momento por el que la gente pagó la boleta, hasta que por fin, se besan. Los espectadores se miran unos a otros con complicidad y suspiran, efecto que suele producir lo predecible. Todos están pensando lo mismo... típico... pero igual todos lo estaban esperando.

Estoy sentada a la entrada de la casa. Saludo al viejo de enfrente que está sentado a la entrada de la suya, como todas las mañanas. Me sonríe, le sonrío. No hace falta más. Viste de negro porque hace poco perdió a su esposa, ella está lejos de aquí, en algún cementerio en China. Todos los días el luto lo acompaña, no importa si hace frío o calor. Tal parece que las penas hacen caso omiso del estado del tiempo. Aquí sentada veo vidas pasar. Todas menos la del viejo, esa vida sigue sentada frente a mí. Una mujer camina con prisa. ¿A quién ama? ¿A quién odia? ¿Hacia dónde irá con tanto afán? Seguramente va tarde para el trabajo. Casi siempre es algo más sencillo de lo que me gustaría. ¿Y a quién amo yo? ¿Y a quién odio? ¿Y hacia dónde voy con tanto afán? No lo sé y en realidad no importa. Tal vez voy hacia uno de esos lugares que los expertos dicen que hay que evitar, pero si es mío, entonces ya no será tan común.

Parece entonces que los expertos no siempre tienen razón. Me quedo con mi historia y sus lugares comunes. Así no sea original, debe haber alguien que quiere escuchar lo que llevo escrito y que querrá ayudarme a escribir un poco más. Y mientras tanto, seré el armadillo al lado de la carretera, y la rubia del descapotable y su pañoleta roja de satín.

COMMONPLACE

Experts say that, in order to tell good stories, you have to avoid all situations commonplace. A woman drives her convertible on the freeway. She runs from a ghost town. Her blonde hair and the red satin scarf wrapped around her neck dance with the wind, leaving a trace of her perfume in the air. An armadillo walks on the side of the road, slowly, very slowly. She doesn’t know where she’s going. She’s escaping because she’s bored. She doesn’t have dreams of fame or fortune. She just wants to drive until she crashes into a new life, or until she runs out of gas. The armadillo watches the car disappear in the horizon. He will never see that woman again, or smell her perfume, or feel the vibration of her convertible on the side of the road. He doesn’t know why, but he’s going to miss her.

In spite of everything, we like the commonplace. We keep writing about them. We can feel it coming. It’s that part of the movie in which the main characters look deep in each other's eyes, delaying that moment for which people paid the ticket, until finally, they kiss. People in the the audience look at each other with complicity and sigh, common side effect of the predictable. We are thinking the same thing… typical… but we were all expecting it anyway.

I’m sitting at my house’s entrance. I wave at the old man who’s sitting in front of his house, like every morning. He smiles at me, I smile at him. He dresses in black because he recently lost his wife; she’s far away from here, in some cemetery in China. Everyday he wears black, whether it rains or shines. It seems that grief has no regard for the weather. Sitting here I see lives pass me by. All but the old man’s, that life is always sitting in front of me. A woman walks in a hurry. Who does she love? Who does she hate? Where is she going in such a rush? She’s probably late for work. It’s usually something far less interesting than I’d like. And who do I love? Who do I hate? Where am I going in such a rush? I don’t know and it really doesn’t matter. Maybe I’m going to one of those places experts say you have to avoid, but if it’s mine, then maybe it’s not so common.

It seems then that experts are not always right. I’m going to stick to my story and its commonplace situations. Even if it’s not original, there must be someone who wants to hear what I have written and might want to help me write the rest. Meanwhile, I will be the armadillo on the side of the road, and the blonde in the convertible, and her red satin scarf. And the stench of her cheap perfume in the air.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario