No es fácil ser pobre. No es fácil estar enfermo. No es fácil ser viejo. No es fácil ser feo. No es fácil ser gordo. O demasiado flaco. No es fácil decir la verdad. No es fácil ser fiel. No es fácil ser feliz. El amor no es fácil. No es fácil ser mujer. Ni tampoco hombre. Aunque ser hombre es un poco más fácil que ser mujer. No es fácil tener éxito. No es fácil llegar a ser rico. No es fácil encontrar tu talento. Y es menos fácil descubrir que no tienes ninguno. No es fácil la monotonía. No es fácil no sentir envidia de aquellos cuyas vidas no son monótonas. No es fácil vivir en este planeta. No es fácil vivir. Los escucho. No sé si los entiendo, pero qué voy a entender yo desde tan lejos y siendo tan distinto.
Desde hace tiempo los observo. He visto sus guerras. Las que empezaron con razón y las que no. Los he visto reír y llorar. Los he visto lograr cosas que ni ustedes mismos imaginaban que eran capaces de hacer. Buenas y malas. Tristemente, más malas que buenas. Pero lo que más los he visto hacer, es quejarse. De todo. Si están felices, no están tan felices como el que tienen al lado. Y si están tristes, reniegan porque lo están. Yo desde aquí, en realidad lo veo más sencillo. Ustedes son todos muy parecidos. Sienten las mismas cosas. Se entienden. Esa empatía debería ser suficiente para hacer que todo se sintiera un poco más… fácil. Eso sí que lo entiendo bien yo, que me he pasado toda la eternidad recorriendo el universo completamente solo.
Soy el único de mi especie. No sé si hubo otros antes que yo, pero si los hubo, no los conocí. No tengo anillos, ni lunas, ni cráteres. No soy caliente, ni tampoco frío. No tengo vida. Ni siquiera un simple organismo unicelular. No tengo agua. Ni orbito nada. No soy un hoyo negro. Soy incluso menos que eso. Soy un retroplaneta, o por lo menos así es como me gusta llamarme, porque creo que soy un planeta, pero si no le intereso a nadie, debe ser porque estoy pasado de moda.
Desde que recuerdo, me la he pasado flotando de galaxia en galaxia. He visto cosas que no podría explicar con palabras. Con ustedes no es que pueda utilizar la frase “tendrían que verlo con sus propios ojos”, porque claramente antes de llegar a esos lugares, bueno, morirían. Sí, he viajado por todo el universo, literalmente y varias veces. Pero a pesar de que he visto cosas indescriptibles, ustedes siempre han sido lo que más me ha intrigado. Lo que siempre quiero volver a ver. No sé si es porque están todos locos. O porque son los únicos que me han notado sin siquiera saberlo.
Una noche estaba sobrevolando su atmósfera y me detuve a ver una pareja acostada en un parque. Sí, tengo buena vista. Los dos estaban tomados de la mano y miraban al cielo sin hablar. Me imaginé que estaban enamorados. Algo de lo que ustedes hablan tanto, pero que practican tan poco. De repente, cuando retomé mi camino, la mujer se levantó rápido sin soltarle la mano al hombre y me señaló. El hombre también se levantó un poco y los dos se miraron sorprendidos. “Pidamos un deseo”, dijo ella. “Está bien”, dijo el hombre sin preguntar por qué. Los dos cerraron los ojos. Y pasó algo que ni yo mismo me habría imaginado. Por algún motivo, que aún escapa a mi razón, pude escuchar sus deseos. Ella pidió que él le propusiera matrimonio y él pidió que ella dijera que sí. Pensé que tal vez de eso se trataba el amor, de querer las mismas cosas, al mismo tiempo y con los ojos cerrados. Sonreí y seguí mi camino. Cuando ellos volvieron a abrir sus ojos yo ya me había ido. Los imaginé tratando de adivinar qué era eso que habían visto. Eso que ojalá cumpliera sus deseos.
La siguiente vez que pasé por el mundo, su mundo, sucedió algo similar. No recuerdo dónde estaba pero vi a un hombre caminando torpemente por una calle solitaria y con una botella de whiskey barato en la mano. Se veía triste, estaba llorando. Imaginé que el motivo de su llanto era que acababa de perder su trabajo y tenía una familia que mantener. De repente me vio en el cielo y su cara se iluminó. Secó rápidamente las lágrimas de sus ojos, los cerró y como la pareja que había visto hacia un tiempo, pidió un deseo. “Quiero ganarme la lotería”, pensó. A él también pude escucharlo. Por alguna razón, sentí las más profundas ganas de cerrar los ojos y deseé cumplir el deseo de ese pobre hombre. Y sin saber cómo, ni por qué, lo logré. Tal vez cuando alguien cree mucho en tu poder, te lo otorga. Al día siguiente el boleto de lotería que él tenía entre su bolsillo resultó ganador. Me sentí feliz. Pensé que desde ese momento su vida sería mucho más fácil, así como les gusta a ustedes. Pero no, esa mañana muy temprano, el hombre fue a comprar cervezas a la tienda y al sacar los pocos billetes arrugados que tenía en el bolsillo, se le cayó el tiquete de lotería sin siquiera darse cuenta. Entonces pensé en si eso contaba como haber cumplido su deseo o no, porque cuando te pasa algo, pero no lo sabes, ¿en realidad te pasó?
Me siguió pasando lo mismo cada vez que pasaba por acá. Es de admirar que a pesar de su cinismo, aún sean tan propensos a creer en la magia. Cuando alguien me veía, cerraba los ojos y pensaba en un deseo, que yo inmediatamente cumplía, pero que cada vez, pasaba inadvertido por quien lo pedía. Una mujer que quería ser delgada y cuando le llegaba una suscripción gratis al gimnasio, prefería parar en la heladería. Una niña que soñaba con tener la muñeca de moda y cuando se la ganaba en la rifa de una fiesta de cumpleaños, le gustaba más la que tenía su amiga. El hombre que deseaba conquistar a la mujer de sus sueños y cuando ella le correspondía, su amor por ella moría.
Era frustrante y la vez gratificante porque aunque no se daban cuenta de lo que hacía, mi presencia se convirtió en motivo de felicidad para ustedes. Y por primera vez en mi vida, me sentí vivo. Porque la verdad es que solo existes cuando alguien te ve. He escuchado que me llaman estrella fugaz. Tal vez es porque desde allá abajo me veo como un pequeño punto luminoso que pasa rápidamente. Yo sigo cumpliendo sus deseos cada vez que me ven pero hasta ahora ninguno de ustedes se ha dado cuenta de que siempre se los cumplo. Entonces me pregunto si lo real de mi magia llega solo hasta el momento en que cierran los ojos. Si esa fe, tan fugaz como mi paso por su cielo, es suficiente para hacerlos felices. Si en realidad quieren que su vida sea más fácil cuando se empeñan tanto en complicarla.
No es fácil querer lo que no tienes. No es fácil que otros que no lo quieren tanto lo tengan. Y es menos fácil conseguirlo y darte cuenta de que ya no lo quieres. No es fácil trabajar para ganarte las cosas. Ni que ese trabajo no sea el de tus sueños. Pero tampoco es fácil apreciar lo que te ganas sin trabajar. No es fácil descubrir qué es lo que quieres. No es fácil que al descubrirlo, no te sientas satisfecho. Y es aún menos fácil descubrir que nunca vas a terminar de descubrirlo. Pero lo menos fácil de todo, lo que es en realidad difícil, es querer que la vida sea fácil y que no se den cuenta de que lo único que la complica es querer precisamente eso.
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