Sonó como si alguien hubiera tirado una bolsa de leche desde un doceavo piso. Segundos después un grito de mujer. Inmediatamente recordé a ese amigo de papá que borracho en una reunión dijo que las mujeres cuando gritan alcanzan decibeles tan altos, que se les distorsiona la voz y que aunque la que gritara fuera la propia madre, no se le podría reconocer. Todos reímos. Risas falsas provocadas por comentarios ebrios. Esa tarde comprobé que el amigo de papá estaba equivocado. La que había gritado era mi madre y lo supe al instante. Quise pensar que, como siempre, se trataba de un pequeño accidente casero que ella solía aumentar a tamaño de tragedia. Como esa vez que se le rompió un frasco nuevo de mostaza importada. Dejó de hablar una semana y sólo salía de su cuarto para hacernos la comida a papá y a mí. Mi madre es una de esas personas que necesita disculpas para deprimirse, tal vez por eso es experta en fabricarlas. Nunca supo que la vi lanzar el frasco nuevo de mostaza importada contra el suelo de la cocina.
“Los días. Has estado en todos y cada uno de ellos. Los buenos, los malos, los peores, los increíbles y por supuesto, en los normales. Has estado ahí, encima, debajo, saliente y pendiente. Todo eso pasa en los días.”
Quise quedarme en mi cuarto, leyendo, pero no pude. El grito de mi madre me provocó un escalofrío recurrente imposible de ignorar. Guardé las cartas donde siempre y bajé las escaleras despacio, muy despacio. No sé por qué no quería llegar al primer piso, así que estúpidamente traté de retrasar lo inevitable. No estaba en la sala, ni en la cocina. La puerta del garaje estaba abierta, dejaba entrar la sombra de mi madre. Ella estaba de rodillas, totalmente inmóvil. No se oía nada. Pensé que tal vez sí se le había caído una bolsa de leche, lo extraño era que no vivíamos en un doceavo piso. De todos modos fui a la cocina por un trapero y salí. La leche no es roja, ni tan espesa y no sale de la boca de mi padre. Estaba tirado bocabajo sobre el antejardín, encima de los Pensamientos que le ayudé a sembrar a mi madre el verano pasado. Siempre se quejaba de que no tenía tantas flores como el de doña Sol.