miércoles, 7 de abril de 2010

SIN LECHE, POR FAVOR

Cuando era chiquita odiaba que me sacaran los dientes. Cada vez que notaba que uno estaba ligeramente flojo empezaba dentro de mí una pequeña agonía. El diente cada día se aflojaba un poco más, lo sentía cada vez que podía ponerlo casi en posición horizontal a mi paladar. Cuando el diente de hueso empezaba a asomarse una parte de mí, la más racional, sabía que tenía que dejarlo ir. Pero mi otra parte, la que a veces predomina, no quería. Esa parte no estaba dispuesta a deshacerse de ese diente tan fácilmente. Por eso cada vez que mi mamá se acercaba con un pedazo de algodón en la mano, o un hilo en su defecto, yo empezaba a llorar e hiperventilar (se puede hacer las dos al mismo tiempo, por si alguna vez se lo preguntan en ¿Quién Quiere ser Millonario? Pasa lo contrario con tragar y respirar), y entraba en una histeria que casi siempre terminaba en una de esas palmadas que hacen salir a las niñas consentidas de sus pataletas. Sobra decir que el día en que me sacaron la última muela fue un buen día.

Años después, siendo ya una adolescente con unos buenos dientes de hueso (cabe anotar que jamás he tenido una caries), estaba esculcando una cajita de lata que mi mamá tenía guardada en un escritorio. Estaba llena de cositas, curiosidades, y en el fondo, reposando desde tiempos inmemoriales, yacían mis dientes de leche. Todos ellos. (Sí, puede pensar que mi mamá está algo loca sin temor a ofenderme). Al principio me pareció algo sórdido, digno de una de las escenas de Seven. Pero después entendí que las personas se aferran a las cosas que, de una u otra manera, contienen la esencia de la gente que quieren. Por eso debajo de la mesa de noche, o entre el clóset, o en el cajón del escritorio, cada uno tiene su cajita recuerdos.

De todos modos, sigo pensando que a uno le deberían crecer los dientes de hueso de una vez y evitar tanta pérdida desde tan temprano. Definitivamente no hemos terminado de evolucionar. De pronto así no tendríamos que guardar pequeños huesos semicarcomidos en el fondo de cajitas de lata. Y de pronto así seríamos más felices.

1 comentario:

  1. Me tomé el atrevimiento de entrar acá, en una de tantas noches en espera de artesfinales para firmar, y me encontré con esta frase: "Pero después entendí que las personas se aferran a las cosas que, de una u otra manera, contienen la esencia de la gente que quieren."

    Es verdad. Nos premian por eso. El ratón Pérez compra con baratijas las esencias de lo que fuimos.

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