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sábado, 6 de noviembre de 2010

LA VIDA SIN USTEDES

(Sexto ejercicio de taller de escritura: Crear un cuento con diálogos inspirado en esta lectura: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/lovecraf/azathoth.htm)

Estaba acostado sobre su cama. Tenía los ojos abiertos. No parpadeaba. Hacía días que no dormía. ¿O eran años? Ya no lo recordaba. Su cuarto era pequeño. Tanto, que a veces sentía que cada día las paredes se movían un centímetro hacia adelante y que un buen día iban a terminar por aplastarlo, como pasaba en las películas de miedo que tanto le gustaba ver cuando todavía podía dormir. De repente entreabrió la boca.

-Los extraño -susurró sin ganas.

-Lo sabemos.

-Trato de encontrarlos cada vez que miro por la ventana, pero ya nunca están. ¿A dónde se fueron?

-Más cerca de lo que piensas.

-Donde sea, quiero estar allá. Llévenme con ustedes. Todo volverá a ser como antes, lo prometo. Como cuando nos acostábamos a soñar bajo el árbol del parque en primavera.

-No podemos.

-Pero, ¿por qué? ¿Yo qué les hice para que me hayan abandonado así? ¿Saben que no duermo hace días? Tal vez ya son años.

-No es nuestra culpa.

-Entonces, ¿de quién?

-Eso no lo sabemos.

-Esa es solo una manera cobarde de decir que es un poco mi culpa –suspiró entre resignado y furioso.

-Tal vez lo es un poco.

-Pero si me llevan con ustedes, cambiaré. Me portaré bien. ¡Lo juro! Por favor, voy a morir si sigo así. Y si no muero, entonces terminaré yo conmigo mismo y eso sí será su culpa –escupió entre dientes.

-No nos amenaces.

-No es una amenaza. Es la verdad. Si no me llevan con ustedes voy a tirarme por mi estrecha ventana. Las paredes grises de estos rascacielos me verán caer como me han visto caer ustedes tantas veces, solo que esta vez, no despertaré antes de chocar contra el suelo –gritó mientras las lágrimas salían de sus ojos, rodaban por su sien y mojaban la funda de su almohada.

-Te va a doler.

-No me importa. No puede ser peor que vivir sin ustedes.

En ese momento, sus lágrimas se convirtieron en un profundo llanto.

-También nosotros te extrañamos –susurraron con voz triste.

-Por favor, los he buscado por miles de días, o acaso, ¿ya son años? No es justo.

-La vida no lo es. Lo sabes.

-Saber eso no me sirve de nada en este momento. Entre la muerte y la vida sin
ustedes, prefiero la muerte. En esa por lo menos podré dormir.

-¿Por qué estás tan seguro?

-No lo estoy. De lo que sí estoy seguro es que la muerte debe ser más piadosa que ustedes.

-Puede ser. También puede que no.

-Ya lo averiguaré. Y cuando sea yo el que me vaya, son ustedes los que me van a extrañar. Y seré yo quien los verá llorar. Ya me lo imagino. La muerte y yo burlándonos de ustedes antes de ir a tomar la siesta.

Se paró de la cama lentamente, mientras secaba las lágrimas de su rostro. Caminó dos pasos hasta la silla que estaba frente a su escritorio y se paró sobre ella. Del techo colgaba una soga. Estaba ahí hacía días, ¿o tal vez años?, ya no lo recordaba. Se la puso alrededor del cuello y saltó sin dudar. Su cuerpo se balanceó como un péndulo y al notar que incluso muerto no podía cerrar los ojos, ellos se acercaron y se los cerraron.

-Estuvimos aquí todo el tiempo. Eras tú el que no nos dejaba salir -murmuraron en su oído, antes de salir por la ventana.