miércoles, 29 de septiembre de 2010

PROFECÍA DE BAÑO

(Segundo ejercicio de taller de escritura: Escribir un cuento descriptivo en un baño en tono profético) Hay un orinal en el baño. ¿Qué querrá decir eso? ¿Será que alguien me está queriendo decir algo? ¿Acaso que en una próxima vida seré hombre y ya no me importará ser flaca? Apuesto que es eso. La manera de los dioses de decirme que llegará el momento en que el papel de colgadura blanco y negro de un baño cualquiera ya no será testigo de cómo le devuelvo al mundo su abundancia. Que ya no tendré que mirarme a un espejo con pequeñas gotas de espuma en su parte inferior, mientras trato de disimular mis ojos rojos y aguados con algo de maquillaje antes de salir del baño. Que mis rodillas ya nunca más tendrán que sentir el frío de esta baldosa negra que quién sabe cuántos han pisado. Que un inodoro blanco y estrecho ya no contendrá el remolino que se llevará mi almuerzo al infierno. Pero mientras llega esa otra vida, aquí viene la sopa.

domingo, 26 de septiembre de 2010

EL PASTO Y LA SANGRE

(Primer ejercicio de taller de escritura: Escribir un cuento basado en El Club de la Pelea en una carnicería) Recuerdo poco de mi infancia. Sé que me gustaba caminar en círculos por el campo. El olor a pasto recién cortado. La leche tibia. A veces cierro los ojos e imagino que estoy ahí. Tranquila. Ingenua. Pero de repente, el olor a sangre me saca del trance. Abro los ojos y los veo allí. Entre los ganchos que cuelgan del techo. Se ven furiosos. Sus ojos me recuerdan a los de mi padre. El sonido de sus golpes me da escalofrío. También el de sus dientes cayendo sobre el frío piso de este lugar que ha sido testigo de tanto dolor. De tanta muerte. Pelean y pelean más. Y yo solo quiero decirles que se vayan, que me dejen sola con mis ganchos colgados del techo y mi olor a sangre. Que me dejen descansar en paz en éste, mi nuevo hogar. Que me tengan compasión ya que recuerdo tan poco de mi infancia. Entonces grito lo más fuerte que puedo. Grito, pero ellos no me escuchan. Debe ser porque los hombres no escuchan a los fantasmas. Especialmente al de una vaca.